Lo malo: mis miedos a la incertidumbre por ese dichoso futuro incierto, la desconfianza que me crean esas medidas preventivas y órdenes de alejamiento, el qué pasará una vez separados pasado un largo tiempo, si los fantasmas del pasado volverán a molestar e interferir en aquello que haga, si los míos estarán bien y no sufrirán nada... Bufff, vaya un comecocos, ¿verdad?
Pero no quiero verme como una chica a la que vi el lunes allí, algo más joven que yo, con melena cobriza deteriorada y apagada, también bastante demacrada, que fumaba temblorosa en el exterior y que en la sala de espera se mecía sin parar por su desesperación, aún tembolorosa, con la mirada, perdida, vacía, que reflejaba miedo a la par de impotencia y que me puso los pelos como escarpias. Pues sí, no quiero llegar a veme como ella NUNCA. Al menos lo intentaré, por el peque y por mí.
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