Tras este largo paréntesis, vuelvo a dar señales de vida. Por fin me he podido quitar de encima parte de ese lastre que mi nene y yo llevábamos a cuestas... Al fin acabó ese inútil vínculo afectivo que fue una eterna mentira y un sinvivir cargado de contínuas pesadillas. Se acabó el decirme a mí misma ‘Y hoy, ¿qué va a ser?’ ‘¿Por dónde saldrá?’ Ya no podrá mandar sobre mí, ni criticar, ni faltar, ni alterar, ni herir. Ahora toca vivir una época de relativa tranquilidad y paz por el bien de nosotros dos, aunque se ciernan encima nuestro otras sombras que nos van a acompañar tiempo, pero seguro que no serán tan terribles como las anteriores y las podremos atenuar progresivamente.
Pero tengo temor al final del segundo capítulo que queda pendiente de resolver, que el resultado no sea el esperado y que las temibles, alargadas y puntiagudas sombras, aderezadas de guadaña, vuelvan a atormentarnos.
¿Para cuándo la ‘normalidad’? Quién lo sabe... Qué hartazón de tanto padecer, de tanto cúmulo de contrariedades y problemas. No sé qué hacer, cómo salir en busca del camino correcto para abandonar este agujero en el que hemos ido a caer huyendo del terror y la sinrazón.
¿Para cuándo la ‘normalidad’? Quién lo sabe... Qué hartazón de tanto padecer, de tanto cúmulo de contrariedades y problemas. No sé qué hacer, cómo salir en busca del camino correcto para abandonar este agujero en el que hemos ido a caer huyendo del terror y la sinrazón.
¡Qué ganas de ver ese ápice de esperanza! Esa luz que nos guíe hacia el camino adecuado, que nos vigile por lo que pueda pasar y que nos ayude a salir delante de la mejor manera posible. Sé que mi ‘peque’ y yo sólo vamos a disfrutar del amor materno-filial que nos une, y que no podemos aspirar a otros tipos de amor en la vida, a causa de las murallas de problemas que nos rodean. Ojalá encontráramos esa mano que nos ayude, nos cobije y que perteneciera a alguien bueno, noble, con sentimientos puros y verdaderos...
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